miércoles, 6 de junio de 2012

1,1-13.



11 El anciano, a la señora elegida y a sus hijos, a los que yo amo de verdad; y no sólo yo, sino también todos los que tienen conocimiento de la verdad, 2gracias a la verdad que está en nosotros y que nos acompañará para siempre. 
3Nos acompañará el favor, misericordia y paz de Dios Padre y de Jesús el Mesías, el Hijo del Padre, con la verdad y el amor.

4Me alegré mucho al enterarme de que tienes hijos que proceden con sinceridad, conforme al mandamiento que el Padre nos dio. 5Pues ahora te ruego, señora -y no es que vaya a hablarte de un mandamiento nuevo, sino del que tenemos desde el principio--, que nos amemos unos a otros. 6Y amar consiste en esto: en proceder conforme a sus mandamientos. Como lo oísteis desde el principio, éste 
es el mandamiento que debe regir nuestra conducta.
7Es que han salido en el mundo muchos impostores, los que no confiesan que Jesús es el Mesías venido en carne mortal, ¡ése es el impostor y el anticristo! 8 Atención vosotros, no echéis a perder lo trabajado, si queréis recibir una recompensa plena.

9Quien va demasiado lejos y no se mantiene en la enseñanza del Mesías, no tiene a Dios; quien permanece en esa enseñanza, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10Si os visita alguno que no trae esa enseñanza, no lo recibáis en casa ni le deis la bienvenida; 11quien le da la bienvenida se hace 
cómplice de sus malas acciones.
12 Aunque tengo mucho más que deciros, no quiero confiarlo al papel y la tinta; espero ir a visitaros y hablar cara a cara, para que nuestra alegría llegue a su colmo. 13Un saludo para ti de los hijos de tu hermana elegida.

EXPLICACIÓN.

Remitente y destinatarios, con la fórmula concisa propia de las cartas de la época (1). No es, sin embargo, una carta privada: la señora, sin nombre propio, designa a una comunidad (cf. 1 Pe 5,13); sus hijos, a los miembros de ésta; su hermana (13), la comunidad del remitente. Se trata, pues, de una carta abierta, dirigida a una comunidad cristiana. Lo confirma el apelativo elegida por Dios, aplicado tanto a la comunidad remitente como a la destinataria (1.13).

El anciano (cf. 3 Jn 1) aparece como un título suficiente para reconocer al autor de la carta. Solía llamarse «ancianos» a ciertos cristianos cuya avanzada edad les había permitido tener contacto con los primeros compañeros de Jesús o con testigos presenciales de su actividad. El remitente es suficientemente conocido en la comunidad destinataria para no necesitar escribir su nombre.

La verdad que está (o «que habita») en nosotros (2) alude a la presencia del Padre y Jesús en el cristiano, hecha realidad por el Espíritu (Jn 14,23; 1 Jn 2,24), y que dirige la conducta. Confianza en la permanencia de esa unión (para siempre). Saludo: los dos elementos vitales de la vida cristiana, la verdad/vida, experiencia interior, y el amor, su traducción en la práctica (3).

Me alegré mucho, cf. 3 Jn 3. Siguiendo el estilo epistolar, se comienza con una alabanza, aunque no general (tienes hijos); quizá no han faltado miembros de la comunidad que han dado oídos a los impostores; sincera/auténtica, según el mandamiento del amor (4). La exhortación al amor mutuo sigue la pauta de 1 Jn 2, 6-8; los mandamientos se reducen a uno, el del amor (5-6).

Trata de los impostores (7-8) en los términos de 1 Jn 2,18s. El punto de controversia entre el autor y sus adversarios es también la calidad mesiánica de Jesús (1 Jn 2,22s; 4,2), cuya negación, que comporta la ausencia de compromiso por los demás, vacía de contenido la vida cristiana. Lo trabajado, cf. Jn 6,27s.

Esta doctrina se atribuye a los que van demasiado lejos, etc. (9): la enseñanza en la comunidad no puede apartarse de la que dio Jesús (cf. Jn 7,16); no tiene a Dios, cf. 1 Jn 2,22s. Si os visita alguno, etc. (10): individuos que se presentan como cristianos y portadores de la doctrina mencionada. Actitud defensiva (no lo recibáis en casa, etc.) (11).

La carta es más que nada el preludio de una visita: para que nuestra alegría, etc., cf. 1 Jn 1,4; 3 Jn 4 (12). Saludo final (13). 

INTRODUCCIÓN.


Bajo el título de «elegida» o «distinguida señora», está personificada una comunidad cristiana. La carta repite frases de la primera y presenta afinidades con el Evangelio de Juan.

Su único rasgo peculiar es el peligro que amenaza a la comunidad de parte de ciertos predicadores «avanzados» (9), que niegan que Jesús hombre sea el Mesías enviado por Dios (7) y descuidan la práctica del amor mutuo (5-6), rompiendo así su relación con Dios (9). El autor prohíbe todo trato con tales impostores (10-11). Se trata, sin duda, de individuos pertenecientes a los círculos que combaten la primera carta.

El autor, «el anciano» ("presbítero"), como él mismo se titula, es, sin duda, el mismo de la primera carta.